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APARICIONES DE LA SANTÍSIMA VIRGEN

En el transcurso de la historia, la Virgen María ha visitado a la humanidad en ciertos lugares especiales por todo el mundo.
Las apariciones de la Virgen no añaden nada a la doctrina cristiana. El propósito de la Virgen es ayudarnos a vivir nuestra fe según la enseña la Iglesia.
Una aparición mariana, si es juzgada auténtica por la Iglesia, se considera una revelación “privada”. En relación a este tipo de revelaciones, podemos leer en el Catecismo de la Iglesia Católica:
A lo largo de los siglos ha habido revelaciones llamadas “privadas”, algunas de las cuales han sido reconocidas por la autoridad de la Iglesia. Estas, sin embargo, no pertenecen al depósito de la fe. Su función no es la de “mejorar” o “completar” la Revelación definitiva de Cristo, sino la de ayudar a vivirla más plenamente en una cierta época de la historia. Guiado por el Magisterio de la Iglesia, el sentir de los fieles (sensus fidelium) sabe discernir y acoger lo que en estas revelaciones constituye una llamada auténtica de Cristo o de sus santos a la Iglesia. (CIC, 67)



LA VIRGEN DEL PILAR (ZARAGOZA, ESPAÑA)





Según una venerable tradición, en la noche del 2 de enero del año 40, el apóstol Santiago  el Mayor que se encontraba con sus discípulos predicando en España, oyó  en las orillas del Ebro “voces de ángeles que cantaban Ave, María, gratia plena y vio aparecer a la Virgen Madre de Cristo, de pie sobre un pilar de mármol”. Santiago obtuvo de la Santísima Virgen la bendición para su misión.
La  Virgen, que aún vivía, le pidió a Santiago que se le construyese allí una iglesia, con el altar en torno al pilar donde estaba de pie y prometió que "permanecerá este sitio hasta el fin de los tiempos para que la virtud de Dios obre portentos y maravillas por mi intercesión con aquellos que en sus necesidades imploren mi patrocinio".  


La Basílica del Pilar fue la primera iglesia dedicada en honor a la Virgen Santísima.

El Papa Clemente XII señaló la fecha del 12 de octubre para la festividad particular de la Virgen del Pilar.





LOURDES (FRANCIA)



Entre el 11 de febrero y el 16 de julio de 1858, en dieciocho ocasiones, la Virgen se apareció en el lugar de Massabielle a una niña de catorce años llamada Bernadette Soubirous.
Un día le señaló a la niña que bebiera de una fuente en la misma gruta cuya existencia hasta entonces era desconocida, pero que brotó en aquel momento. La Virgen también encargó a la niña que dijera a los sacerdotes que construyeran allí una capilla y que se fuera hasta ella en procesión, pero al principio reinaba la incredulidad. Hubo que esperar cuatro años después, hasta que en 1862 comenzara la construcción de la basílica. En 1883 se construyó otra mayor al pie de la basílica, la Iglesia del Rosario, que se consagró en 1901.
En la última aparición, la “Señora” le revela a la vidente su nombre: “Yo soy la Inmaculada Concepción”.

El Papa León XIII autorizó un oficio especial y una Misa, en conmemoración de la aparición; y en 1907, San Pío X extendió el acatamiento de esta festividad a toda la Iglesia, que se conmemora el 11 de febrero.




FÁTIMA (PORTUGAL)

El 13 de mayo de 1917 Lucía de Jesús, de 10 años y sus primos, Francisco y Jacinta Marto, de 9 y 7 años, que cuidaban un pequeño rebaño en Cova da Iría (Fátima),  tras haber rezado el rosario, vieron una luz brillante y encima de una pequeña encina una “Señora más brillante que el sol” con un rosario blanco en las manos. La Virgen le dijo a los pastorcillos que rezaran mucho y los invitó a volver  los días 13 de los siguientes cinco meses al mismo lugar, como ellos hicieron.

En la última aparición, el 13 de octubre, más de 70.000 personas acompañaron a los tres niños. La Virgen les dijo que era la “Señora del Rosario” y pidió que se construyera en el lugar una capilla. Después de la aparición todos los presentes observaron el milagro prometido a los tres niños en julio y septiembre: el sol, pareciéndose a un “disco” de plata, giraba sobre sí mismo como si fuese una rueda de fuego, que fuera a precipitarse sobre la Tierra.







Aún se le aparecería posteriormente a Lucía en España, siendo ésta religiosa de Santa Dorotea, el 10 de diciembre de 1925 y el 15 de febrero de 1926 en el Convento de Pontevedra y en la noche del 13-14 de junio de 1929, en el Convento de Tuy.
La Virgen confió a los tres pastorcillos tres secretos que conservó en solitario Lucía tras la muerte de los dos pequeños. El primer secreto anunciaba el final de la Primera Guerra Mundial y el estallido de una segunda guerra más devastadora. El segundo presagiaba la caída del comunismo en Rusia y la transformación de aquella gran nación que había contribuido a la difusión del ateísmo. En el año 2000 el Papa Juan Pablo II reveló el tercero: las persecuciones contra la Iglesia y el gravísimo atentado que sufrió el 13 de mayo de 1981 en la Plaza de San Pedro.