Oraciones del Papa Francisco a la Virgen María
María, madre de la Iglesia y madre de nuestra fe
¡Madre, ayuda nuestra fe!
Abre nuestro oído a la Palabra, para que reconozcamos la voz de Dios y su
llamada.
Aviva en nosotros el deseo de seguir sus pasos, saliendo de nuestra tierra y
confiando en su promesa.
Ayúdanos a dejarnos tocar por su amor, para que podamos tocarlo en la fe.
Ayúdanos a fiarnos plenamente de él, a creer en su amor, sobre todo en los
momentos de tribulación y de cruz, cuando nuestra fe es llamada a crecer y a
madurar.
Siembra en nuestra fe la alegría del Resucitado.
Recuérdanos que quien cree no está nunca solo.
Enséñanos a mirar con los ojos de Jesús, para que él sea luz en nuestro camino.
Y que esta luz de la fe crezca continuamente en nosotros, hasta que llegue el
día sin ocaso, que es el mismo Cristo, tu Hijo, nuestro Señor.
María, la mujer de la escucha, de la decisión, de la
acción
María, mujer de la escucha, haz que se abran nuestros oídos;
que sepamos escuchar la Palabra de tu Hijo Jesús entre las miles de palabras de
este mundo; haz que sepamos escuchar la realidad en la que vivimos, a cada
persona que encontramos, especialmente a quien es pobre, necesitado, tiene
dificultades.
María, mujer de la decisión, ilumina nuestra mente y nuestro corazón, para que
sepamos obedecer a la Palabra de tu Hijo Jesús sin vacilaciones; danos la
valentía de la decisión, de no dejarnos arrastrar para que otros orienten
nuestra vida.
María, mujer de la acción, haz que nuestras manos y nuestros pies se muevan
“deprisa” hacia los demás, para llevar la caridad y el amor de tu Hijo Jesús,
para llevar, como tú, la luz del Evangelio al mundo. Amén.
María, Madre del silencio, de la belleza, de la
ternura
Madre del silencio, que custodia el misterio de Dios,
líbranos de la idolatría del presente, a la que se condena quien olvida.
Purifica los ojos de los Pastores con el colirio de la memoria: volveremos a la
lozanía de los orígenes, por una Iglesia orante y penitente.
Madre de la belleza, que florece de la fidelidad al trabajo cotidiano,
despiértanos del torpor de la pereza, de la mezquindad y del derrotismo.
Reviste a los Pastores de esa compasión que unifica e integra: descubriremos la
alegría de una Iglesia sierva, humilde y fraterna.
Madre de la ternura, que envuelve de paciencia y de misericordia,
ayúdanos a quemar tristezas, impaciencias y rigidez de quien no conoce
pertenencia.
Intercede ante tu Hijo para que sean ágiles nuestras manos, nuestros pies y
nuestro corazón: edificaremos la Iglesia con la verdad en la caridad.
Madre, seremos el Pueblo de Dios, peregrino hacia el Reino. Amén.
Oración a la Virgen María
Virgen y Madre María,
tú que, movida por el Espíritu,
acogiste al Verbo de la vida
en la profundidad de tu humilde fe,
totalmente entregada al Eterno,
ayúdanos a decir nuestro “sí”
ante la urgencia, más imperiosa que nunca,
de hacer resonar la Buena Noticia de Jesús.
Tú, llena de la presencia de Cristo,
llevaste la alegría a Juan el Bautista,
haciéndolo exultar en el seno de su madre.
Tú, estremecida de gozo,
cantaste las maravillas del Señor.
Tú, que estuviste plantada ante la cruz
con una fe inquebrantable
y recibiste el alegre consuelo de la resurrección,
recogiste a los discípulos en la espera del Espíritu
para que naciera la Iglesia evangelizadora.
Consíguenos ahora un nuevo ardor de resucitados
para llevar a todos el Evangelio de la vida
que vence a la muerte.
Danos la santa audacia de buscar nuevos caminos
para que llegue a todos
el don de la belleza que no se apaga.
Tú, Virgen de la escucha y la contemplación,
madre del amor, esposa de las bodas eternas,
intercede por la Iglesia, de la cual eres el icono purísimo,
para que ella nunca se encierre ni se detenga
en su pasión por instaurar el Reino.
Estrella de la nueva evangelización,
ayúdanos a resplandecer en el testimonio de la comunión,
del servicio, de la fe ardiente y generosa,
de la justicia y el amor a los pobres,
para que la alegría del Evangelio
llegue hasta los confines de la tierra
y ninguna periferia se prive de su luz.
Madre del Evangelio viviente,
manantial de alegría para los pequeños,
ruega por nosotros.
Amén. Aleluya.
Oración contra la pandemia
Oh María, tú resplandeces
siempre en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza.
Nosotros nos confiamos a ti,
Salud de los enfermos, que bajo la cruz estuviste asociada al dolor de Jesús,
manteniendo firme tu fe.
Tú, Salvación de todos los
pueblos, sabes de qué tenemos necesidad y estamos seguros que proveerás, para
que, como en Caná de Galilea, pueda volver la alegría y la fiesta después de
este momento de prueba.
Ayúdanos, Madre del Divino Amor,
a conformarnos a la voluntad del Padre y a hacer lo que nos dirá Jesús, quien
ha tomado sobre sí nuestros sufrimientos y ha cargado nuestros dolores para
conducirnos, a través de la cruz, a la alegría de la resurrección.
Bajo tu protección buscamos
refugio, Santa Madre de Dios. No desprecies nuestras súplicas que estamos en la
prueba y libéranos de todo pecado, o Virgen gloriosa y bendita.
Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios (Oración a
la Virgen ante la pandemia)
En la dramática situación actual, llena de sufrimientos y
angustias que oprimen al mundo entero, acudimos a ti, Madre de Dios y Madre
nuestra, y buscamos refugio bajo tu protección.
Oh Virgen María, vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos
en esta pandemia de coronavirus, y consuela a los que se encuentran confundidos
y lloran por la pérdida de sus seres queridos, a veces sepultados de un modo
que hiere el alma. Sostiene a aquellos que están angustiados porque, para
evitar el contagio, no pueden estar cerca de las personas enfermas. Infunde
confianza a quienes viven en el temor de un futuro incierto y de las
consecuencias en la economía y en el trabajo.
Madre de Dios y Madre nuestra, implora al Padre de
misericordia que esta dura prueba termine y que volvamos a encontrar un
horizonte de esperanza y de paz. Como en Caná, intercede ante tu Divino Hijo,
pidiéndole que consuele a las familias de los enfermos y de las víctimas, y que
abra sus corazones a la esperanza.
Protege a los médicos, a los enfermeros, al personal
sanitario, a los voluntarios que en este periodo de emergencia combaten en
primera línea y arriesgan sus vidas para salvar otras vidas. Acompaña su
heroico esfuerzo y concédeles fuerza, bondad y salud.
Permanece junto a quienes asisten, noche y día, a los
enfermos, y a los sacerdotes que, con solicitud pastoral y compromiso
evangélico, tratan de ayudar y sostener a todos.
Virgen Santa, ilumina las mentes de los hombres y mujeres de
ciencia, para que encuentren las soluciones adecuadas y se venza este virus.
Asiste a los líderes de las naciones, para que actúen con
sabiduría, diligencia y generosidad, socorriendo a los que carecen de lo
necesario para vivir, planificando soluciones sociales y económicas de largo
alcance y con un espíritu de solidaridad.
Santa María, toca las conciencias para que las grandes sumas
de dinero utilizadas en la incrementación y en el perfeccionamiento de
armamentos sean destinadas a promover estudios adecuados para la prevención de
futuras catástrofes similares.
Madre amantísima, acrecienta en el mundo el sentido de
pertenencia a una única y gran familia, tomando conciencia del vínculo que nos
une a todos, para que, con un espíritu fraterno y solidario, salgamos en ayuda
de las numerosas formas de pobreza y situaciones de miseria. Anima la firmeza
en la fe, la perseverancia en el servicio y la constancia en la oración.
Oh María, Consuelo de los afligidos, abraza a todos tus
hijos atribulados, haz que Dios nos libere con su mano poderosa de esta
terrible epidemia y que la vida pueda reanudar su curso normal con serenidad.
Nos encomendamos a Ti, que brillas en nuestro camino como
signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce
Virgen María! Amén.